
En 1180 en Lieja (Bélgica), un grupo de mujeres construyó el primer beguinaje. Eran comunidades de mujeres espirituales y laicas independientes de la jerarquía eclesiástica y de los hombres. Los beguinages eran espacios entre públicos y privados, abiertos y cerrados a la vez. No eran conventos porque cada una tenía su casa y las mujeres no estaban aisladas o enclaustradas. Muchas de ellas volvían al mundo, sus votos eran temporales, vivían una temporada y salían; otras entraban cuando eran mayores o cuando quedaban viudas. Tenían una libertad que no daban las órdenes religiosas. Tuvieron dos siglos de expansión rápida pero las denuncias de herejía frenaron cuando la Iglesia empezó a ver que atraían donaciones. Pagaron por las libertades que habían adquirido, económica, social y religiosa incluso con la muerte: decían que eran brujas. Marguerite Porete fue quemada viva en 1310.
El pez no puede ahogarse en el agua,
el pájaro no puede caer en el aire,
el oro no puede destruirse en el fuego,
pues de él recibe su claridad y su brillo.
Dios ha concedido a todas las criaturas
ser acordes con su naturaleza.
¿Cómo podría yo resistirme a la mía?
Hadewjich de Amberes (hacia 1240)