Los titanes Epimeteo y Prometeo fueron los encargados de dotar de cualidades a los animales recién creados por los dioses y de asegurar la supervivencia de cada uno de ellos. Como no les quedaban ya alas, pelaje, garras o camuflajes para el ser humano, Prometeo robó el fuego de los dioses y enseñó a los hombres a utilizarlo. Así tendrían con qué protegerse.
Pero el dominio del fuego no fue suficiente; los hombres, se mataban entre ellos y los dioses empezaron a temer que nuestra especie quedase exterminada por completo. Por eso Zeus envió a Hermes con dos nuevos dones: respeto y justicia para que construyesen sus ciudades estrechando lazos entre ellos. El problema, explica Platón, es que no lo repartió a todos por igual: a unos les tocó más que a otros.
¿Desde cuanto hemos olvidado que la justicia está mas cerca del perdón que de la venganza?
«Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.»
Los justos. Jorge Luis Borges
(Imagen: Rochester Bestiary (Detalle), 1230, Royal MS 12 F XIII U.K.)