Las nanas son las primeras canciones del mundo anónimo de las mujeres. Para que el niño duerma lo acunamos en los brazos y cantamos suavemente. El ritmo es el del corazón y la voz susurra para envolver al niño de sueños tranquilos. Sin embargo hay veces que las nanas tienen letras terribles. Son las dudas y reflexiones de las madres. Son las primeras amenazas: todo lo que puede ocurrir si no te abandonas al sueño, si no dejas que las cosas sean.
«Nana, niño, nana
del caballo grande
que no quiso el agua.
El agua era negra
dentro de las ramas.
Cuando llega el puente
se detiene y canta.
¿Quién dirá, mi niño,
lo que tiene el agua
con su larga cola
por su verde sala?
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.»
Federico García Lorca. Nana del caballo grande
(Imagen : Codex Chantilly. Rondó « Belle, Bonne, Sage ». 1340-1400. Musée Condé Chantilly. Francia)