En uno de los grabados de la serie “caprichos”, Goya escribió “el sueño de la razón produce monstruos”. La razón duerme y aparece lo irracional. Pero otra interpretación es posible: ¿podría la razón, llevada al extremo, producirlos también?
Con pasión y razón, caminamos por el mundo,
Sin pasión ni razón, encontraremos el rumbo.
«El árbol del conocimiento era el árbol de la razón.
Es por eso que probarlo
nos arrojó del Edén. Esa fruta
era para secar y moler hasta volverla un polvo fino,
un condimento para usar una pizca a la vez.
Probablemente Dios tenía pensado hablarnos
más adelante sobre este nuevo deleite.
Con él nos llenamos la boca,
atragantándonos de pero y cómo y si,
y de nuevo pero, sin saber.
Resulta tóxico en grandes cantidades, los vapores
se enrollaron en nuestras cabezas y alrededor nuestro
formando una nube densa que endureció como el acero,
un muro entre nosotros y Dios, Que era el Paraíso.
No es que Dios no fuera razonable, es que la razón
en semejante exceso era tiranía
y nos encerró entre sus límites, una celda pulida donde
se reflejaban nuestros propios rostros. Dios vive
al otro lado de ese espejo,
pero a través de la rendija donde la valla no alcanza
a tocar el suelo, se las arregla
para colarse – una luz que se filtra,
esquirlas de fuego, una música que se oye
luego se pierde, y luego se oye otra vez.»
Denise Levertov, Contraband
(Imagen: Francisco de Goya. Grabado de la Serie “Caprichos” nº 43. 1799. Biblioteca Nacional de España)