No existe el vacío en mi mundo, soy yo que me derramo.
Dejo que el agua acaricie la roca. No busco. Fluyo
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La luz del faro
Tefillah / ruego
Por los que no saben que viven en un faro y solo ven lo que, por trozos, iluminan.
Para que, por encima de pensamientos y sentidos, se hagan conscientes de que solo miran una parte subjetiva de la vida.
Para que la luz sea toda y miren el mundo desde arriba.
«Dijiste hace años;
«En el fondo soy un asunto de luz».
Y ahora todavía al apoyarte
en la ancha espalda del sueño
aun cuando te hunden
en el pecho aletargado del ponto
buscas rincones donde el negro
se ha gastado y no resiste
buscas a tientas la daga
destinada a perforar tu corazón
y abrirlo a la luz.»
Georges Seferis, de Tres poemas ocultos
Otoño
Tefillah/ ruego
Por los que se aferran a posesiones y acumulan cosas, personas o ideas, para que, como los árboles en el otoño con sus hojas, aprendan a déjalas escapar..
para que entiendan, que volverán de nuevo si de verdad les pertenecen.
«Estábamos callados
esperábamos algo.
Llegaron las estaciones, una tras otra,
con frutos en los cestos y nieve en los ropajes.
Llegaron los árboles, los libros, los hijos.
También llegó la muerte,
con la boca llena de clavos,
y seguimos como siempre
ya que nunca aprendimos
a vivir sin milagros.
Isilik geunden
zer edo zer itxaroten.
Etorri ziren urtaroak, bata bestearen ondotik,
saskietan mertxikak eta soinekoetan elur-malutak.
Etorri ziren arbolak, liburuak, seme-alabak.
Etorri zen heriotza ere,
ahoa iltzez beterik,
eta artean legez iraun genuen
ez genuelako ikasi ahal izan
miraririk gabe bizitzen»
Miren Agur Meabe de Anzalaren kodea / El código de la piel.
Quien ama la quietud ama una tierra
Para conocernos hay que mirar la tierra roja, el mar, los frutos y la luz… todas esas cosas que, aunque no son exactamente las mismas, permanecen siempre. Se transforman sin perderse. Los huertos y los surcos parecen nuevos cada año pero siguen siendo los mismos aunque hayan sido labrados por otros hace ya mucho tiempo. Nuevas viñas, otras casas, …. pero las mismas arrugas en rostros morenos castigados por el sol y las mismas manos ásperas.
Los que vinieron primero bañaron de leyendas las tierras, de causas y de explicaciones. Nos dejaron imágenes de sufrimiento, tambores y cada vez menos árboles. Pero un pueblo no es, está. Lo que hace, es ocupar un espacio. Por eso evoluciona, crece y se transforma. Nuestras vidas no son idénticas a las de los que nos precedieron pero tampoco son mucho más diferentes, según cómo se mire. Heredamos el pasado, pero también podemos cambiar el presente. Si, la amargura nos arrebató el amor de hombre. ¿Por qué no buscarlo, en los mismos surcos, con nuestras nuevas manos?
“Si lo que un hombre quiere es conocerse,
la tierra roja mire, el mar brumoso.
Con sol y barro ha germinado el surco,
urdido sin descanso por la vida.
Arda su corazón entre los símbolos,
acaso nunca escritos, pero firmes
en el lento fluir de las costumbres.
Si lo que un hombre quiere es contemplarse
en el espejo blando de sus frutos,
celebre el sueño fértil de la luz
que baña con leyendas su memoria.
No fue inútil su viaje, ni la casa que
construyeron en vano los que huyeron
de la noche cerrada y de los monstruos.
Quien ama la quietud ama una tierra.
Si un hombre, en el cansancio de sus manos,
en la mirada hueca de sus ojos,
lo que quiere es tan sólo conocerse,
busque su rostro seco entre los surcos
maduros de los huertos y las olas.
Encontrará su patria derramada
entre olivos, cisternas y viñedos,
sobre la amarga piedra del sarcófago”
Vicente Valero. Conocimiento
En febrero llegan las flores
En silencio y con frío, así trabaja el oscuro y largo invierno….. Así se prepara el sustrato que dará vida a los colores. Sin la fea hojarasca y los desechos que se descomponen bajo la nieve, sin la fermentación de los meses sin luz no puede haber levadura, abono ni medicina para curarnos, …
Hay sol: brotan las violetas.
Caminar pisando charcos….
«Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.»
J.L. Borges