La filocadia y las amapolas

2018-05-27 17.46.49

Los primeros monjes griegos buscaban, al orar en sus montañas la Filocadia, el amor de lo bello. Para entrar en la meditación cuenta Jean Yves Leloup que primero hay que aprender a ser montaña, a sentarse y sentir lo inmenso e imperecedero. La montaña es quietud. No es anular el corazón para que no sienta, sino acompasar su ritmo al instante presente, por eso en la meditación prestar atención a la respiración es muy importante. Solo una vez que el hombre ha logrado aquietarse en su interior, puede dirigirse hacia el mundo externo.

Por eso después hay que aprender a ser amapola. Una flor es bella, sin proponérselo. La amapola florece y se prende de color rojo. Una amapola es delicada pero, si el viento la sacude, su flexible cuerpo se adapta, baila y vuelve a encontrar su centro. La amapola mira hacia el sol, vuelve su cuerpo a la luz y la acompaña a lo largo del día. Respirar. Dejarse envolver por el placer de sentir el sol, de ser sacudido suavemente por la brisa, del frescor del rocío de la mañana sobre los pétalos.

De noche, la amapola se cierra: descansa. Luego, la flor se marchita, se seca y pierde sus pétalos. Pero el viento esparce su semilla para que la siguiente primavera vuelva a colorear los trigales.

“¿Mi amor?… ¿Recuerdas, dime,
aquellos juncos tiernos,
lánguidos y amarillos
que hay en el cauce seco?…
¿Recuerdas la amapola
que calcinó el verano,
la amapola marchita,
negro crespón del campo? …
¿Te acuerdas del sol yerto
y humilde, en la mañana,
que brilla y tiembla roto
sobre una fuerte helada? “
Antonio Machado.

 

En febrero llegan las flores

voiletas
En silencio y con frío,  así trabaja el oscuro y largo invierno….. Así se prepara el sustrato que dará vida a los colores. Sin la fea hojarasca y los desechos que se descomponen bajo la nieve, sin la fermentación  de los meses sin luz no puede haber levadura, abono ni  medicina para curarnos, …

Hay sol: brotan las violetas.