Para participar en una carrera de parejas a la pata coja es preciso:
1º. Tener una pareja,
2º. Poner un pie de cada uno junto al pie del otro y atarlos fuerte con un pañuelo,
3º. Sujetarse bien el uno al otro,
4º. Correr los dos al mismo ritmo.
Si uno tropieza, caen los dos; si uno va deprisa, el otro debe seguirle, si uno se para, el otro también…. De lejos parecen uno solo con tres pies. Pueden ir deprisa y ganar la carrera, ….. porque encajan como dos piezas de un puzzle: uno complementa a otro. Desde fuera parece la pareja perfecta. Pero dice Ibn Hazm que las cosas llevadas hasta el límite producen los efectos contrarios. Si apretamos mucho tiempo la nieve, quema. Podemos llorar de risa y temblar de alegría. De tan compenetrados, de tan fusionados, nos quemamos. Entonces, cuando la pareja se rompe, ninguno de los dos sabe ya caminar solo, llevan años a la pata coja, llevan años sujetándose el uno al otro.
(…)
«Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.»
Jaime Sabines, No es que muera de amor, muero de ti