Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, dijo Manrique. Un río es solo agua, que siempre es distinta y no deja de fluir. Puede desbordarse o hacerse tan solo un hilillo, sin embargo, sigue siendo río. Nuestra vida, como los ríos, fluye, es inestable y a la vez continua.
Sin embargo, nos pasamos la vida construyendo canales, muros, esclusas y compuertas para que nada cambie, ni desborde, para encauzar el paso de la vida. Entonces el mundo nos parece seguro, predecible como las flores de plástico, que se no marchitan nunca. Pero ¿son tan bellas y olorosas como las de verdad?
«Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer;
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera. (…)»
Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre.
(Imagen: Katsushika Hokusai The Great Wave, 1831)