Cielo sin estrellas

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Las nubes ocultan el cielo y, aunque sabemos que están en lo más alto, no podemos ver las estrellas.
¿Cómo despejar las nubes?

Solo el viento despeja las nubes, un viento frío, violento y lleno de vida.
Pero el viento nos da miedo, quizás porque temo que detrás no haya nada o se lleve volando mis seguridades pasadas.

Pero sin viento, no se ven las estrellas.

“Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres, con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en la aflicción espera
más favorable día:
joven la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora,
febo, animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente;
y si el viento tu nave
sopla serenamente,
la hinchada vela cogerás prudente.”
Leandro F. de Moratín. Oda. traducción de horacio – rumbo mejor, licino (extracto)

( Imagen: Botticelli. El nacimiento de Venus (detalle))

Pensar el vacío

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Decía Teresa de Jesús que el alma del hombre es como un castillo, en cuya interioridad, grande como el cielo, hay muchos aposentos. Para avanzar, y llegar a lo más profundo hay que ir atravesando distintas moradas.

Sin embargo, en ocasiones, las puertas de las distintas habitaciones están cerradas y no sabemos cómo seguir. No nos sorprende un ángel en mitad de la noche para ayudarnos. No “desciende” la luz como una nube y nos rodea.

Pero lo que hemos aprendido pateando el polvo, saltando charcos y subiendo y bajando cuestas nos ayuda finalmente a encontrar una salida para seguir avanzando. Bien lo saben los que hacen el camino de Santiago: solamente se llega paso a paso.

“Aquí hay cincuenta piedras a la orilla del río.
Esperando a disolverse, cincuenta piedras a la orilla del río, para ser río.
Cincuenta piedras esperando para disolverse y, quizá,
cincuenta piedras disueltas en el río esperando a formar parte, quizá,
de ciento cincuenta nuevas piedras a la orilla de algún río.
Aquí hay cincuenta piedras y nadie las mira.
Aquí hay cincuenta piedras.
Y también hay un río.”
Javier Hernando Herranz. Hicimos un cuenco con nuestras manos para pensar el vacío.

(Imagen: Bill Viola. ‘Tristan’s Ascension (The Sound of a Mountain Under a Waterfall))

En el desierto

desierto

La palabra desierto viene del verbo “deserere”, que significa olvidar o abandonar.
En el desierto no hay guías, solo sol y arena. Es el espacio sin espacio, sin caminos, …. Desnudez. Soledad. Sequedad. Calor y frío.

En el desierto no hay nadie, solo yo con mis espejismos, es decir con mis demonios y mi mente, llena de lo que se llama “tentaciones”.

En el desierto solo nos guían las estrellas. Quizás por eso en él todo se manifiesta y nos ocurren cosas aunque no nos demos cuenta: ……

“Como encontrarte solo en medio de la tierra
mientras el cielo extiende sobre ti el universo,
como poder de pronto
llegar hasta las cosas sin pensarlas
y sin necesidad de comprenderlas.
Cuando es noche cerrada,
cuando sin gradaciones ni matices
lo que existe se inclina sobre su inexistencia.
Cuando llega el momento
en el que el solitario, aleccionado
por las constelaciones, levanta la cabeza
y ofreciendo sus manos como en las viejas tablas bizantinas
hace caer su noche sobre el mundo
en señal de alianza.”
Basilio Sánchez. Cuando es noche cerrada. Extractos.

Los reyes magos

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Dicen los antiguos sabios que aquellos que siguen el camino de la ignorancia se adentran en la oscuridad, pero también nos recuerdan que aquellos que se absorben en el conocimiento se adentran en una oscuridad aún mayor.

Pero eso no les ocurrió a los tres reyes magos: después de mucho estudio, de experimentos y fórmulas un día lo dejaron todo y salieron tras una luz.

Se dejaron guiar por el firmamento y emprendieron un camino incierto que no se sabían bien adonde les llevaría.

Descubrieron una estrella,…… y fueron tras ella.

“Andamos muy despacio, llueva o nieve,
en busca del lugar donde rezan los hombres.
Es tan llano el camino que no es fácil
seguirlo sin perderse.
Aprendimos de jóvenes
a resolver oscuros acertijos
y los tres conocemos
la antigua tradición del laberinto.
Somos los reyes magos de otros tiempos
y excepto la verdad sabemos todo.
Dimos vueltas y vueltas en torno a la montaña,
y perdimos la vista del bosque entre los árboles,
y para cada mal aprendimos un nombre
interminable. Honramos a los dioses dementes;
a las Furias llamábamos Euménides.
Los dioses de la fuerza les quitaron el velo
a la imaginación y a la filosofía.
La serpiente que tantas desdichas trajo al hombre
muerde su propia cola retorcida
y se llama a sí misma Eternidad.
Humildemente vamos… Bajo nieve y granizo…
Las voces apagadas y el farol encendido.
Tan sencilla es la senda que podríamos
perder la orientación.”
G. K. Chesterton. Los Reyes Magos (extracto)

(Imagen: mosaicos bizantinos. San Apolinar el Nuevo, Rávena)

Rezando una novena

calabazas

Una mente que desea y espera es una mente turbada. Pasea de pasado a presente, gira sobre sí misma.

No hay paz en un corazón en novena. No es un rezo que serene. Por el contrario, reiteradamente nos recuerda que tenemos un vacío. Es un rezo egoísta, aunque lo hagamos por el bien de otro.

Pedimos, pedimos,…

“¡ Oh cámaras del tiempo y galerías
del alma, tan desnudas!,
dijo el poeta. De los claros días
pasan las sombras mudas.
Se apaga el canto de las viejas horas
cual rezo de alegrías enclaustradas;
el tiempo lleva un desfilar de auroras
con séquito de estrellas empañadas.
¿Un mundo muere? ¿Nace
un mundo? ¿En la marina
panza del globo hace
nueva nave su estrella diamantina?
¿Quillas al sol la vieja flota yace?
¿Es el mundo nacido en el pecado,
el mundo del trabajo y la fatiga?
¿Un mundo nuevo para ser salvado
otra vez? ¡Otra vez! Que Dios lo diga.(..)”
Antonio Machado. Otro clima.

(Imagen: Los espíritus de las calabazas descienden de los cielos. Yayoi Kusama)

El medio-yo se acerca al solsticio

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Lo estático no existe. Lo perfecto, tampoco. Cuando llegamos a un extremo, comenzamos a descender hacia su contrario. El solsticio es a la vez principio y final de un nuevo ciclo. Es tan solo un efímero y frágil equilibrio.

En los evangelios está escrito: “La luz y las tinieblas, la vida y la muerte, los de la derecha y los de la izquierda, son hermanos entre sí, siendo imposible separar a unos de otros. Por ello ni los buenos son buenos, ni los malos, malos, ni la vida es vida, ni la muerte, muerte. Cada uno vendrá a disolverse en su propio origen desde el principio”.

“Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú te unas con mi vida
y me completes así todo;
hasta que mi mitad de luz se cierre
con mi mitad de sombra
y sea yo equilibrio eterno
en la mente del mundo:
unas veces, mi medio yo, radiante;
otras, mi otro medio yo, en olvido.
Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú, en tu turno, vistas
de huesos pálidos mi alma.”
Juan Ramón Jiménez , Zenit.

(Imagen: Okudart y Bordalo. Lavapiés. Madrid (¿Jano?))

Las últimas flores del año

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Cada año, en noviembre, vamos al cementerio con las últimas flores del año. Las flores son frágiles y bellas ……. también perecederas, como la vida.

La muerte golpea al que queda. Es una sensación extraña, honda y fuerte. Se fue para no volver nunca y se quedó para siempre en nuestro pasado.   Al que se fue lo llevamos dentro.  En ocasiones, al mirar una foto, al pasar por algún sitio, al escuchar una palabra, …. aparece de pronto. ¡qué triste sería si solo estuviera en el cementerio, ese lugar tan frío, y no dentro de nosotros!

Sin embargo, este año hemos decidido comprar flores de plástico: ¿no será porque no queremos pensar que  todos, poco a poco, también nos marchitamos?

Es cierto que una vez, allá, en la infancia,
oí el silencio como un grito de arena.
Se callaron las almas, los ríos y mis sienes,
se me calló la sangre, como si de improviso,
sin entender por qué, me hubiesen apagado.
Y el mundo ya no estaba, sólo quedaba yo:
un asombro tan triste como la triste muerte,
una extrañeza rara, húmeda, pegajosa. Pero no volvió nunca.
Sólo quedan sus cuadros,
sus paisajes, sus barcas,
la luz mediterránea que había en sus pinceles
y una niña que espera en un muelle lejano
y una mujer que sabe que los muertos no mueren.
Francisca Aguirre

(Imagen: Plañideras. Pinturas de San Andrés de Mahamud (Burgos). 1295-1318. Museo Nacional de Arte de Cataluña. Barcelona.)

Alargar la palabra final

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San Juan de la Cruz nos dice que para escuchar el silencio hay que “cerrar los sentidos con uso e inclinación de soledad y olvido de toda criatura y de todos los acaecimientos, aunque se hunda el mundo”. Nada entra, solo el aire silencioso del universo.
Solo sentimos el aire que entra en los pulmones y, si colocamos la mano en nuestro pecho, el latido del corazón.

En algunas religiones, para llegar al silencio interior se repiten sonidos. Se cantan mantras o letanías para concentrar todo sonido en una nota. Después con la última vibración y los labios cerrados disfrutaremos de la música callada, de la soledad sonora.

Nadie nos enseñó a buscar el sonido de dentro. Quizás en los conventos, en mitad de la noche alguien algún día vibró cantando repetidamente una misma y lenta letanía, o al alargar la palabra final de un rezo,….“Amen” convirtiéndose en su murmullo en el sonido om.

“…la causa final de la generación del hombre es la aproximación de su alma al mundo más elevado para que cada cual retorne a lo que le es semejante.” (..)(Salomón Ibn Gabirol (Málaga, 1021-1058) Fons Vitae)

“El canto quiere ser luz.
En lo oscuro el canto tiene
hilos de fósforo y luna.
La luz no sabe qué quiere.
En sus límites de ópalo,
se encuentra ella misma,
y vuelve.”
Federico García Lorca. Canciones

(Imagen: Códice Docile. Massimo Pisani)

Iluminarse

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El despertar de nuestra conciencia no llega intelectualmente, ni al leer un libro de autoayuda, ni al ver un documental; ni siquiera analizando y pensando horas y horas introspectivamente. Los libros y las enseñanzas nos dicen que se puede despertar pero los sabios de verdad no nos dicen cómo llegar a esa “iluminación”.

Jesús decía: “El que busca no debe dejar de buscar hasta tanto que encuentre. Y cuando encuentre se estremecerá, y tras su estremecimiento se llenará de admiración y reinará sobre el universo”.  Sin embargo, Eric Fromm nos advierte que “por lo general, hay mucha angustia antes de que se produzca esta experiencia, mientras que después se produce un nuevo sentimiento de fuerza y certidumbre”.  Tenemos que saber qué esperar, … dejar que aparezca como quiera. En lugar de perseguir la luz, simplemente dejamos que, espontánea y naturalmente, llegue, como un instante de lucidez y de descubrimiento.

El mundo y uno mismo aparecen con una luz distinta, todo es diferente. De repente, miramos nuestra vida con otros ojos.

Entendemos. Sentimos. Somos.

“Llega la mirada anulando la distancia, quien la recibe queda traspasado, raptado o fijado; fijado, si es la mirada de la luz. Y cuando la luz nos fija es que nos mira, y, al mirarnos, ¿se sabría decir lo que sucede? Y, por no saberlo decir, se borra: no crea memoria.
Y así, de esta mirada de la luz, nace, podría nacer, ha nacido una y otra vez un pensamiento sin memoria. Un pensamiento liberado del esfuerzo de la pasión de tener que engendrar memoria y, en su virtud, liberado también de toda representación y de todo representar.”
María Zambrano

Los huesos del hombre triste se tornan áridos

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Evagrio el Monje decía que el demonio de la tristeza era el más destructivo de todos: “todos los demonios enseñan al alma el amor por el placer y el recuerdo de los sentidos: sólo el demonio de la tristeza se abstiene de ello. Por el contrario, destruye todos los pensamientos insinuados por los otros demonios, impidiendo al alma sentir cualquier placer, insensibilizándola ”…..

El «humor de melancolía» era, en la medicina medieval, mezcla de bilis negra y otros infundios. El mal que te hace ver todo negro y además paraliza.

La tristeza deja la razón oscurecida.

«A veces viene
desde la tierra misma la tristeza,
viene desde el amor,
desde la ausencia del amor,
desde la piedra o el vegetal al hombre.
A veces está ahí oscura o despedida
por un pecho inocente.
A veces viene la tristeza de un lugar o del aire,
de la amistad caída o de un nombre vacío.
del sueño o de la infancia,
de una palabra que no pronunciamos,
de lo que creímos y ya no creemos,
de la esperanza y la desesperanza,
de la dura corteza del amor.
A veces viene la tristeza.
A veces hay en la tristeza odio,
ausencia y odio,
ceniza y rostros olvidados,
viejas fotografías y silencio
y una larga desposesión.
A veces viene, irrumpe
como un don invertido,
como un don que se da y no se recibe,
como lo nunca dado a la esperanza
o lo que, en fin, se acepta y da, pero no puede vivir.
A veces viene. Viene o está.
A veces hay en la tristeza odio
y arrepentimiento y amor.»

Jose Angel Valente. A veces viene la tristeza

(Imagen: Alberto Durero. Melancolia (detalle). 1514. Galeria Nacional de Arte de Karlsruche. Alemania)