
Decía Teresa de Jesús que el alma del hombre es como un castillo, en cuya interioridad, grande como el cielo, hay muchos aposentos. Para avanzar, y llegar a lo más profundo hay que ir atravesando distintas moradas.
Sin embargo, en ocasiones, las puertas de las distintas habitaciones están cerradas y no sabemos cómo seguir. No nos sorprende un ángel en mitad de la noche para ayudarnos. No “desciende” la luz como una nube y nos rodea.
Pero lo que hemos aprendido pateando el polvo, saltando charcos y subiendo y bajando cuestas nos ayuda finalmente a encontrar una salida para seguir avanzando. Bien lo saben los que hacen el camino de Santiago: solamente se llega paso a paso.
“Aquí hay cincuenta piedras a la orilla del río.
Esperando a disolverse, cincuenta piedras a la orilla del río, para ser río.
Cincuenta piedras esperando para disolverse y, quizá,
cincuenta piedras disueltas en el río esperando a formar parte, quizá,
de ciento cincuenta nuevas piedras a la orilla de algún río.
Aquí hay cincuenta piedras y nadie las mira.
Aquí hay cincuenta piedras.
Y también hay un río.”
Javier Hernando Herranz. Hicimos un cuenco con nuestras manos para pensar el vacío.
(Imagen: Bill Viola. ‘Tristan’s Ascension (The Sound of a Mountain Under a Waterfall))